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Los ríos traen historias y sabiduría que las abuelas saben transformar en momentos inolvidables llenos de amor.

Nací y crecí en Zaragoza, un pueblo minero colombiano a orillas del río Nechí.
Todos los días, la abuela nos narraba a los primos cuentos cortos que a manera de aforismos nos fueron dando pautas para crecer y valernos por nosotros mismos.

Los cuentos cortos nos llegan de muchas maneras. La crianza positiva también nos da elementos para estar atentos a los aprendizajes en cualquier momento y lugar.


 

Los Tres Gigantes del Patio.

Mi abuela me contaba que a su abuela ella escuchó,
contar esta historia que hoy les cuento yo:

Mientras juagaba en el patio con mis primos, ella nos ordenó
que no fuéramos más allá del árbol de zapote.
También dijo que cuando los niños no hacen caso,
y se van más allá del lote,
las largas raíces exteriores de los árboles del pantano,
como las patas de una araña,
cobrarían vida para agarrarnos de la mano,
para traernos de regreso con mucha maña.

Sin embargo, si lográbamos llegar
a el límite de su terreno,
donde comenzaba la playa de piedras
y el camino estaba lleno
de rocas grises y negras,
antes de llegar a la orilla del río,
nos íbamos a tropezar
con tres inmensos árboles de caucho
que no nos permitirían cruzar.
Desde tiempos remotos,
han estado allí bajo el sol y el frío.
Eran tres gigantes que el cielo
como castigo o como regalo
había convertido en palos
tan altos que sus hojas parecían tocar las nubes terciopelo,
y ahora eran los guardianes de aquel suelo.

Mi abuela nunca respondió nuestras interrogantes
por saber que causó que los gigantes
terminaran en semejante situación.
Lo importante es que ella era realmente inteligente
y con su historia nos asustó lo suficiente
como para que, por unos momentos,
mientras ella hacía el almuerzo en la cocina
nosotros actuáramos con disciplina.

Aquel día ninguno de sus nietos intentó irse para el río,
pero, con temor y queriendo saber la verdad,
por conceso de grupo, nuestra curiosidad
apuntó hacia otro lugar.
Atrás quedó el deseo por coger atajos
para ver culebras, caimanes y renacuajos,
flotando en la orilla del río Nechí.

Ahora, nuestra atención estaba dirigida
hacia los gigantes que cobran vida.
Así poco a poco nos acercamos a lo desconocido,
cada vez que alguno de nosotros daba
un paso hacia lo prohibido.
Con la mirada hacia arriba,
esperando el momento estos troncos tomaran la iniciativa
de comenzar a transformarse y quisieran atraparnos.

¡Se movió! Gritó uno de mis primos nervioso,
al escuchar el chasquear de las ramas,
pero no era un gigante sino el viento ruidoso.
Finalmente, frente a frente, nos quedamos pensando,
que podría estar pasando.
¿Por qué no se movían?
Tal vez tenían somnolencia,
tal vez con los años ya estaban sordos
y no escucharon a la abuela y su advertencia.

Un poco decepcionados y con cautela
sin mencionar una palabra,
regresamos donde la abuela,
antes de que ella nos llamara.
Ella miró la suela de nuestros zapatos
y sonrió al vernos, porque sus relatos,
nos alejaron del río y compartimos momentos gratos.


 

El bullying ha existido toda la vida, sólo que con diferentes nombres. Ese comportamiento que detrás esconde un miedo gigante es posible saberlo sortear con enseñanzas como la que quise transmitir en Los Tres Gigantes del Patio. Me encanta crear y compartir cuentos cortos. De eso se trata también la crianza positiva.

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© 2021 Luza ® Todos los Derechos Reservados

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